En los últimos treinta años, nuestra relación con la moda ha cambiado drásticamente. Nuestros hábitos de compra se han transformado y nuestros armarios se han ampliado. Si antes comprábamos según la estación, ahora es normal encontrar una oferta cada semana con lo que nos sobra en el bolsillo.
Sin embargo, aunque nuestros armarios repletos nos hagan sentir más "completos" durante un tiempo, es el medio ambiente el que está pagando el precio devastador. El guardarropa personal se ha convertido en algo intensamente político, y ya es hora de que nos informemos.
¿Qué es la moda rápida?
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Las búsquedas en Google que arrojan más resultados, describen la moda rápida en el contexto de tres cualidades clave: i) Rapidez de producción ii) Precios bajos y iii) Inmensos beneficios para las empresas implicadas.
El artículo de Wikipedia, por ejemplo, dice lo siguiente:
La moda pronta o moda rápida (fast fashion) es un término contemporáneo utilizado por cadenas de moda para referirse a diseños que salen rápidamente de la pasarela para capturar tendencias de moda actuales.
Wikipedia, enero de 2021.
Cierto. La moda rápida es la producción rápida de prendas que copian las tendencias de las pasarelas. Las prendas se fabrican para los minoristas al menor coste posible y luego se venden en grandes cantidades en línea y en las calles de todo el mundo. Hasta aquí, toda la información.
Sin embargo, aunque estas definiciones son correctas, también son incompletas. A todas les falta un cuarto elemento, concretamente, el elemento de la explotación. Los minoristas se esfuerzan por ocultarlo, y muchos de nosotros nos esforzamos igualmente por ignorarlo. Pero, cuando la ropa se produce de forma rápida y barata, también se produce de forma explotadora.
"¿Por qué?" "¿Cómo?" Y "¿Puedo seguir amando la ropa y saltarme la explotación?". Pues bien, para todos los devotos de la mezclilla, la lycra y los pantalones acampanados, este es su blog.
¿Qué tiene de malo la moda rápida?
El coste humano: Explotación y muerte
Emplazamiento del edificio Rana Plaza, 2013. Fuente: nyusternbhr, Flickr
En términos generales, podemos utilizar dos grandes saltos económicos para explicar el camino de la moda rápida hacia el poder: la Revolución Industrial y el posterior impulso global hacia el neoliberalismo.
En el siglo XVIII, la Revolución Industrial desplazaba la producción de prendas de vestir desde los hogares, a las fábricas textiles. En el Reino Unido, un gran número de mujeres, hombres y niños se convirtieron en la mano de obra de una creciente industria de "ropa confeccionada". Los propietarios de las fábricas les pagaban salarios increíblemente bajos, les imponían horas extraordinarias obligatorias y mantenían unas condiciones de trabajo abusadoras. Al mismo tiempo, las materias primas necesarias para esta transformación del proceso productivo se 'externalizaban' a las colonias, donde la esclavitud garantizaba una mano de obra barata e incesante.
Un salto de doscientos años y nos encontramos en medio de los años noventa, cada vez más globalizados y neoliberales. Esto trajo consigo un rápido cambio del sistema de producción mundial de ropa. En respuesta a la creciente demanda de los clientes y a los nuevos acuerdos de libre comercio, las marcas occidentales empezaron a trasladar la producción al extranjero. Contrataron a fabricantes, que a su vez contrataron a contratistas, que contrataron a subcontratistas, que contrataron a trabajadores de la confección en el Sur Global. Las grandes bases de producción de las marcas occidentales se formaron en países con mano de obra barata y pocas regulaciones, y esta larga 'cadena de mercancías' significa menos transparencia, por lo que las grandes marcas pueden salirse con las suyas, sin consecuencias.
Como esta externalización continúa hoy en día, los trabajadores de la confección están atrapados en una miserable carrera sin fin. Las fábricas tanto de América Latina, como de Europa del Este y Asia siguen compitiendo por conseguir subcontratas de los minoristas occidentales. La gran mayoría (aproximadamente el 80%) de los trabajadores de la confección del mundo son trabajadoras, y la discriminación de género está muy extendida. Las funciones de supervisor remuneradas por horas suelen estar ocupadas por hombres, mientras que las mujeres cobran por pieza, a menudo sufriendo abusos verbales y físicos y privadas de una seguridad social.
El trabajo infantil no es infrecuente, como tampoco lo son las condiciones riesgosas de trabajo ni las jornadas de 20 horas. Los propietarios de las fábricas bajan cada vez más los salarios, obligan a hacer horas extras y mantienen sus condiciones que, en el mejor de los casos, son insalubres y, en el peor, mortales. Algunos llamarían a esto eficiencia. Mejor llamarlo explotación 2.0. Esta vez, a nivel mundial.
El coste psicológico: La dependencia
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La moda rápida es, literalmente, adictiva.
Los estudios han demostrado que cuando nos embolsamos el último ofertón, en el cerebro se activan las vías de recompensa de la dopamina. La dopamina es un neurotransmisor de bienestar asociado a las adicciones como tabaco, droga y cafeína. A medida que la ropa se ha ido haciendo más barata y asequible, también lo ha hecho la oportunidad de obtener esa dosis adictiva de dopamina.
Missguided, por ejemplo, afirma con orgullo en su sitio web que lanza unos 1.000 modelos nuevos a la semana. Para mover cantidades tan grandes, las marcas utilizan estrategias psicológicas. Hacen campañas publicitarias emotivas y respaldadas por celebridades. Crean una falsa sensación de urgencia a través de las rebajas y cambian con frecuencia la distribución de las tiendas, colocando artículos baratos junto a otros similares más caros para crear una falsa percepción de valor. Colaboran con aplicaciones del tipo "compre ahora y pague después" para fomentar el gasto impulsivo, etcétera. Es psicología del comportamiento básica. El resultado: consumismo compulsivo y adicción a la moda rápida.
Mientras que las marcas hacen que queramos gastar más, sus prendas de mala calidad refuerzan nuestra necesidad práctica de hacerlo. Hoy en día, la ropa se diseña para deshacerse de ella rápidamente. Las estadísticas muestran que el comprador medio estadounidense posee ahora al menos cinco veces más ropa que en 1980. Por cada cinco prendas de moda rápida producidas, el equivalente a tres acaban en vertederos o incineradas en menos de un año.
Utilizando las palabras del economista Tim Jackson, nos encontramos inmersos en un sistema en el que:
Se convence a la gente para que gaste dinero que no tiene, en cosas que no necesita, para crear impresiones que no durarán, en personas que no nos importan.
Es una gran cita, a la que sólo tengo que hacer un pequeño ajuste. Hay un lugar en el que nuestro gasto está dejando una huella duradera, y es aquel del que todos dependemos - nuestro hogar, el planeta Tierra.
El coste medioambiental: Catástrofes
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Desde la cosecha del algodón hasta la camisa, cada paso que da una prenda desde la granja hasta la fiesta tiene inmensas implicaciones medioambientales. Cuando se exponen en tiendas cuidadosamente decoradas, puede resultar difícil imaginar el cultivo, las fábricas y el transporte que hay detrás de nuestra ropa. Sin embargo, las repercusiones de estos procesos son enormes y de gran alcance. El uso de combustibles fósiles, la contaminación de los ríos, el agotamiento de los sistemas de agua dulce, la inmensa producción de residuos, los plásticos de los océanos, el daño es cada vez mayor.
Cambio climático
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Ahora hace más calor en nuestro planeta que desde hace al menos 12.000 años. Esto se debe, en gran parte, a la industria mundial de la moda.
Los suaves tejidos en color pastel no nos dejan ver inmediatamente el petróleo y el carbón, pero estos son los ingredientes con los que se construye la mayor parte de nuestra ropa. Las fibras sintéticas, cada vez más populares, se producen con carbón y petróleo. Aunque utilizan menos agua que sus homólogas naturales, la energía necesaria y el CO2 emitido son mayores.
Las fibras sintéticas también contaminan. Al ser un plástico derivado del petróleo, el poliéster no es biodegradable como las fibras naturales. Puede permanecer cientos de años en los vertederos. Al lavarse, las fibras sintéticas se desprenden y acaban en las vías fluviales y los océanos en forma de microplásticos. A medida que la moda de alta velocidad y bajo coste se ha ido imponiendo, también lo ha hecho el uso de fibras sintéticas más baratas como el poliéster. Si miras tu camiseta, es muy probable que lleves al menos un poco de sintético: se calcula que ahora constituye el 60% de las prendas de vestir en todo el mundo.
A medida que se fabrican, las prendas pueden dar muchas vueltas al mundo antes incluso de llegar a las estanterías. Las estimaciones muestran que la industria de la moda tiene un impacto de carbono mayor que la aviación y el transporte marítimo juntos. Cada nueva tonelada de carbono liberada, acerca el aumento medio de la temperatura mundial al límite de 1,5°C - una senda en la que ya estamos viendo daños irreparables.
Pérdida de biodiversidad
Desde las ballenas gigantes hasta las diminutas bacterias, la diversidad de especies de la Tierra da y sostiene la vida en nuestro planeta. Sin embargo, la estamos perdiendo a un ritmo alarmante. La agricultura de moda, intensiva en pesticidas, desempeña un papel fundamental en esta desaparición.
A medida que ha aumentado la demanda de ropa, también lo ha hecho la de cultivos de alta rotación y rápido crecimiento. Esto ha provocado un marcado cambio hacia una agricultura intensiva en pesticidas y destructora de la biodiversidad.
Para producir el alto volumen de algodón que exige la cadena de suministro de la moda rápida, los agricultores utilizan en exceso productos químicos tóxicos. Éstos productos, eliminan los organismos naturales como hongos, insectos o hierbas. Contaminan el suelo y el agua alrededor. Destruyen las poblaciones de insectos, reducen la fertilidad del suelo, intoxican los sistemas acuáticos y los dejan prácticamente desprovistos de vida. La activista medioambiental y académica Vandana Shiva califica los pesticidas de "narcóticos ecológicos", ya que cuanto más los recibe un cultivo, más depende de ellos.
Comunidades
En China, el chiste dice que se puede saber cuál es el color "de moda" de la temporada, mirando el color de los ríos - un chiste que, a estas alturas, ya ha perdido su gracia.
Durante años, los cursos de agua que antaño servían de sustento a comunidades de toda Asia han sufrido un vertido incesante de aguas residuales sin tratar procedentes de los tintes, metales pesados y otros tóxicos de las fábricas de ropa circundantes. Sin otra opción, las comunidades siguen utilizando estas aguas para beber y bañarse. Enfermedades como cáncer, enfermedades gástricas y de la piel son endémicas, pero siguen siendo ignoradas por las marcas contaminantes.
Y no es sólo el abuso del agua, sino también su uso, lo que afecta a las comunidades vulnerables. La moda rápida es increíblemente sedienta. Se calcula que para fabricar una sola camiseta básica de algodón se necesitan aproximadamente 2.700 litros de agua. Eso es más que el equivalente a 25 bañeras de agua por cada camiseta de algodón que tengas.
Por poner un ejemplo más claro, el mar de Aral, en Uzbekistán, fue en su día el cuarto lago más grande del mundo, rodeado de comunidades pesqueras y frondosos bosques y humedales. Para sostener la industria de exportación de prendas de vestir, a finales del siglo XX, el Gobierno empezó a desviar su agua dulce para regar cultivos de algodón y sostener la creciente industria algodonera. Los pescadores perdieron su medio de subsistencia. La contaminación por la sal y el polvo del lecho del lago causó problemas de salud generalizados.
En 2014, la NASA publicó unas impactantes imágenes que mostraban que el mar se había secado casi por completo. Aunque el agua está volviendo lentamente gracias a una cuidadosa restauración, las comunidades locales siguen sufriendo las consecuencias. El desempleo es elevado y miles de personas padecen enfermedades respiratorias y problemas de salud a largo plazo.
El mar de Aral, Uzbekistán, casi completamente seco debido al riego del algodón. Fuente: Observatorio de la Tierra de la NASA.
Residuos textiles
Montañas de residuos de vertedero. Fuente: Pexels
Nuestro sistema de moda hace que toneladas y toneladas de tejido se desechen, se quemen o se tiren a los vertederos. Hasta el 73% del material que entra en el sistema de la ropa acaba su vida en un vertedero o incinerado. Las bases de diseño suelen estar en los países occidentales de la UE o Estados Unidos, mientras que las bases de producción están en el Sur global. Esto significa que los errores, los malentendidos y las erratas son habituales. A menudo se tiran lotes enteros antes incluso de que la ropa salga de la fábrica.
Después del punto de venta, las cosas no mejoran mucho. Las prendas de mala calidad obligan a sustituir la ropa rápidamente, y la mayoría de las veces sin cuidado. Aproximadamente el 85% de la ropa que consumen los estadounidenses se envía a los vertederos después de su uso, en lugar de revenderse o reciclarse.
A menudo, las marcas fomentan activamente este ciclo de eliminación, con el fin de desplazar más stock. En 2017 y 2018, marcas como H&M, Burberry y Nike se expusieron a quemar montañas de artículos sin vender en un intento de evitar la devaluación de sus existencias actuales. En el caso de H&M, se afirmaba que se trataba de hasta 19 toneladas de ropa obsoleta, o el equivalente a unos 50.000 pares de pantalones. En un sistema en el que montañas de ropa sin usar se queman y acuchillan, mientras el proceso que las produjo destruye vidas, está claro que algo va drásticamente mal.
Moda rápida: ¿Cómo podemos evitarla?
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A menudo se dice que si dejáramos de comprar tanta ropa, todo cambiaría. Aunque esto tiene algo de verdad, también sirve para excusar a las marcas multinacionales que tienen tanto poder. Sí, podemos hacer cambios importantes como individuos, pero no hemos creado el problema. Sí, nuestros hábitos de compra deben cambiar, pero nuestro poder como consumidores va mucho más allá.
Los cambios individuales no siempre son fáciles, pero es importante recordar que nadie es un "ecologista" perfecto. Hacer lo que puedas, superar tus límites personales para vivir de acuerdo a tus valores y crear el cambio que deseas ver, es clave.
La moda rápida es una gran bestia que hay que matar, pero como consumidores y ciudadanos tenemos muchas líneas de ataque. Si te sientes inspirado para actuar, aquí tienes algunas sugerencias para empezar:.
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Exige transparencia - Si no puedes imaginar una vida sin compras, infórmate y movilízate. Participa en la campaña de Fashion Revolution #whomademyclothes y lucha contra el sistema que encierra a tantos trabajadores en trabajos mal pagados, explotadores y peligrosos. Lee el Índice de Transparencia anual, apoya a las marcas más sostenibles y pide responsabilidad a las demás. The Fashion Checker es una gran fuente de información que te permite comprobar el salario, la transparencia y los compromisos públicos de cualquier marca.
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Comprométete a llevarlo 30 veces - Cuando compres una prenda, piensa: '¿Realmente la necesito? ¿Me la pondré 30 veces? ¿Es de calidad y durará? Comprueba la calidad de la ropa antes de comprarla. Haz clic aquí para ver una guía detallada sobre cómo hacerlo.
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Compra de segunda mano - En muchas ciudades, hay tiendas vintage de moda y tiendas de ropa usada tradicionales, mientras que plataformas como Depop ofrecen acceso a una amplia variedad de prendas. La alternativa británica a Depop Esooko ofrece ropa vintage de segunda mano cuyos beneficios se destinan a causas activistas medioambientales.
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Reparar, volver a usar, reciclar, alquilar - Organiza intercambios de ropa. No tires la ropa, busca una costurera en tu zona o prueba a hacerlo tú mismo. Dona tu ropa a organizaciones benéficas. Alquila la ropa que necesites para las grandes ocasiones - Rent the Runway es quizá la más conocida. By Rotation es otra plataforma británica que facilita el intercambio de los armarios personales de la gente, para prendas más informales del día a día.
Y por último, y lo más importante...
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Rebélate -Las marcas de moda rápida nunca se involucrarán en un cambio significativo del sistema a menos que la ley las obligue, pero la moda rápida tiene actualmente poca importancia en la agenda política. Exige al gobierno que actúe. Únete a XR, haz ruido y marca la diferencia.